De niña soñaba con ser peluquera, que ironía ahora que de adulta no luzco un pelo pantene precisamente. Algo más mayor fantaseaba con pasarme los fines de semana a los pies de las pistas, las de baloncesto, fotografiando a “gigantes del superbasket”. Por aquella época ya admiraba el esfuerzo y dedicación del deporte y como el poder de una mente que planifica, que sigue una estrategia, tarde o temprano te hace llegar a la meta.

De trayecto en trayecto, de casa al cole, de cole a casa, inventaba historias. Mil y una, sobre mi, sobre propios y extraños… y pensaba con envidia en escritores, pintores, músicos… porque un día fueron tocados con la varita de la creación. ¡Menuda es la adolescencia! Admira el fruto en el ojo ajeno y no deja ver la semilla en el propio.

Las cuatro ruedas siempre estuvieron ahí, que mis primeros juguetes fueran coches y crecer en un barrio plagado de talleres, siempre me han hecho pensar que algo tuvo que ver. Años más tarde una tarde de domingo las carreras de coches me aceleraron el pulso. Ese sonido y cierto piloto alemán me hicieron sentir en el corazón.

Mientras tanto mi imaginación seguía conmigo. Vulgarmente se diría que siempre he andando de parra en parra. Yo prefiero pensar que mi mente se entrenaba hasta que un día mi consciencia se despertara y aquellas historias tomaran forma y sentido. Y entre tanto mi vida se llenaba de contenidos ajenos: libros, música, televisión y sobre todo películas.

Y llegó Italia: con sus pizzas y focaccias, sus bólidos curvilíneos, sus locales underground y sus hombres de maneras toscas y seducciones delicadas. Y como todo lo bueno llegó con sorpresa. Los coches parecían el fin pero acabaron siendo el medio. Allí, casi de casualidad, en una empresa a las orillas del río Po, aprendí que eran el CTR, el CPC, el CPM… Y la potencia, el par motor, la resistencia… perdieron su lugar. Mi amor de toda la vida parecía abocado al divorcio. Aprendí que el cariño cimienta el presente pero es la pasión el starter de todo lo que merece la pena.

Poco he cambiado pero si mucho he evolucionado. Porque el que no evoluciona es que no ha vivido nada.

El 9 de Mayo cumplo años. Una vida como la de cualquier otro: a veces dichosa, a veces miserable; siempre llena de amor pero que a veces parecía solitaria (no te engañes porque la soledad siempre te la buscas tú). Una vida a la que llenar de propósitos, una vida que celebrar. Si me encuentras por estos lares u otros más reales ¡Felicítame la vida! Porque las obligaciones se cumplen pero los años se viven.