Dicen que nunca es tarde si la dicha es buena. Pues que me perdone el refranero popular porque de procrastinadores emocionales está el cementerio lleno. Porque no es lo mismo encontrar el momento justo que el sentimiento te encuentre a ti a por uvas y embadurnado de harina de otro costal. Que sí, que no es fácil, que las mudanzas de verdad te llenan de cajas el recuerdo y el trastero del corazón cada año se hace más pequeño.
De pequeño oías aquello de que sabe más el diablo por viejo que por diablo y llegas a mayor y descubres que hay diablos viejos en el alma, que parecen inmortales en vida y almas inmortales que siempre hubiesen muerto demasiado pronto. Eso sí nunca es tarde para equivocarse, volver a empezar, dejar algún vicio, empezar un buen hábito, pedir ayuda, dar las gracias, pedir perdón, que te dejen, que te rompan el corazón, romper tú alguno… Nunca es tarde para enloquecer, amar antes de que sea tarde, decir me gustas siempre que se te conjugue el verbo en el alma porque para amar no hacen falta palabras… Porque no es loco el que ama, el que quiere, el que siente, el que canta o baila cuando le viene en gana, el que abraza o besa sin aguantarse las ganas. Sino el que por temer a la locura acaba sumido en la enfermedad de lo superficial.
Que me libre de una vida de lugares comunes porque no alimentan el alma. Que me llene de una vida de idas y venidas, de vueltas a empezar, de cicatrices en el alma que se convierten en bellos tatuajes. Que la memoria de mi retina acabe plagada de momentos simples, bellos, de esos que te aprietan el corazón porque para lugares exóticos ya están las postales.